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viernes, 21 de septiembre de 2012

LA EMPERATRIZ



LA EMPERATRIZ
ACTO I
ESCENA I
Discuten Estrella y Ernesto. Estrella es la mamá de Ernesto a quien sobreprotege mucho y lo trata como uno de sus sirvientes.



ESTRELLA: Te dije que aquí se hace mi voluntad.
ERNESTO: ¿Soy acaso tu sirviente?
ESTRELLA: No eres mi esclavo, pero aquí se cumple mi voluntad.
ERNESTO: ¿Y cuál es tu voluntad?
ESTRELLA: Todo lo que dispongo en mi casa debe cumplirse.
ERNESTO: Pues creo que no he hecho lo contrario.
ESTRELLA: Entonces, por qué sales sin permiso alguno.
ERNESTO: Creo que estoy en la edad de salir cuando me plazca.
ESTRELLA: ¡Mientras vivas bajo mi techo me pides permiso!
ERNESTO: Te recuerdo que soy mayor de edad.
ESTRELLA: Lo sé, sin embargo no puedes evadir mi autoridad.
ERNESTO: No quiero discutir más contigo.
ESTRELLA: Encima de todo me tuteas, pedazo de igualado y majadero.
ERNESTO: Pues reconoce mi condición de hijo y respétame.
ESTRELLA: Aunque tengas mil años, tienes que obedecerme.
ERNESTO: No sé por qué gasto mis palabras con un ser que no entiende.
ESTRELLA: ¿Qué te crees, engendro de Lucifer? ¡Soy tu madre!
ERNESTO: ¡Basta ya! Soy tu hijo, no tu esclavo. ¡Mide tus palabras!
ESTRELLA: ¡Calla insolente! ¡Calla desvergonzado! ¡Respétame!
ERNESTO: ¡Aquí se termina todo! ¡Me voy! ¡No soporto más!

ESCENA II
Brisa, tía de Ernesto, intenta hacer recapacitar a su sobrino, porque se ha ido de la casa, sin embargo, no consigue su propósito.

ERNESTO: ¡Carajo! Tuve que salir de casa. No soporto más.
BRISA: Hijo de mi alma. No te exaltes. No te desesperes.
ERNESTO: Es que tú no estás en mis zapatos.
BRISA: Yo sé cómo es Estrella. Tiene ínfulas de emperatriz.
ERNESTO: ¿Qué emperatriz? Esa mujer es una vil tirana.
BRISA: Aunque ella sea así, debes respetarla, pues es tu madre.
ERNESTO: Una madre no tiraniza ni oprime a sus hijos.
BRISA: Es que usted no ha comprendido a su madre.
ERNESTO: Yo sólo sé que soy mayor de edad. No soy un niño.
BRISA: La edad no nos permite desobedecer a nuestros padres.
ERNESTO: Éstos son otros tiempos. La edad antigua ya pasó.
BRISA: El tiempo no educa al hombre.
ERNESTO: Yo no soy esclavo de nadie. Yo no tengo patrón.
BRISA: El hombre sabio honra a sus padres.
ERNESTO: No quiero recordar aquella tarde tormentosa.
BRISA: Hijo de mi alma, reflexiona, medita. No te encierres en ti mismo.
ERNESTO: ¡Caramba! Nadie me entiende. Para qué existo entonces.
BRISA: Debes saber que lejos de tu casa, todo es soledad.
ERNESTO: Mi destino es la soledad. Y con gusto lo aceptaré.
BRISA: El destino no existe. El destino es una mentira.
ERNESTO: ¡Qué pena! El destino es una certeza. Nadie escapa del destino.
BRISA: Que los santos se apiaden de ti, querido sobrino.

ACTO II
ESCENA I
Ernesto regresa a casa, pero con la intención de dar muerte a Estrella. En el fondo, Ernesto siempre ha querido la muerte de su madre.

ERNESTO: ¡Abran la puerta! ¡Abran la puerta! ¡Abran!
ESTRELLA: ¡Quién golpea tan fuerte la puerta! ¡Ya voy en seguida!
ERNESTO: Como siempre, nunca estás atenta a las visitas.
ESTRELLA: ¿Qué viento te trae por mi casa? El otro día saliste como un loco.
ERNESTO: No te metas en mi vida. Esta casa también es mía.
ESTRELLA: ¡Basta ya! Respétame, soy tu madre. No seas insolente.
ERNESTO: Tú crees que por tener dinero, puedes humillarme cuando quieras.
ESTRELLA: No relaciones una cosa con otra. Aprende a respetarme, insolente.
ERNESTO: El respeto no se exige. El respeto se consigue con el ejemplo.
ESTRELLA: Me cansé de ti. Nunca debí traerte al mundo. Ojalá te murieras.
ERNESTO: ¡Jajajaja! No hables muy duro. La muerte vendrá por ti muy pronto.
ESTRELLA: ¿Qué quieres decir? ¿Acaso vas a matar a tu propia madre?
ERNESTO: Me has dado una buena idea, pero, desde siempre has estado muerta.
ESTRELLA: ¿Qué sabes tú de la muerte? Todos estamos destinados a morir.
ERNESTO: Es una realidad inexorable. Pero, algunos deben morir más pronto.
ESTRELLA: ¿Acaso eres Dios para saber cuándo alguien va a morir?
ERNESTO: El hombre es como un dios. Yo soy libre de hacer lo que quiera.
ESTRELLA: ¡Haz lo que quieras! Mátame, si eso te hace feliz sobre la tierra.
ERNESTO: No te preocupes. Tus deseos pronto se harán realidad.
ESTRELLA: Te detesto, hijo de nadie.  Sal de mi presencia, remedo de hombre.


ESCENA II
Ernesto, lleno de rabia, habla consigo mismo y profiere insultos en contra de su madre. Resuelto a todo, maquina la muerte de Estrella.

ERNESTO: Estoy cansado de esta vieja. No soporto más sus actitudes.
Por qué Dios, si es que existe, me dio a este monstruo como madre.
No entiendo cómo pueden existir seres tan viles sobre la tierra.
Esta mujer se le debió escapar al mismo Satanás, al mismo Satanás.
Todos sus berrinches son un concierto infernal.
Sus palabras chocantes son puñales de doble filo.
¿Cómo se puede vivir con esta mujer que es hermana de las harpías?
Ni el mismo infierno tendría lugar para esta mujer.
No soy feliz viviendo junto a esta mujer que dice ser mi madre.
Mi existencia sólo se reduce a infelicidad.
Cada día que pasa la vida se vuelve más dura conmigo.
¿Acaso le debo algo al destino o a la vida misma?
A veces siento que Estrella no es mi madre.
¿Dónde estará mi verdadera madre?
¿Por qué la vida es injusta conmigo?
Otros son felices, mientras yo vivo recluido bajo la sombra de Medusa.
Todos los días son una eternidad para mí.
¿Cuándo se acabará mi suplicio?
Yo no soy cualquier ser humano. No soy un ser de costumbres.
No soy bestia de carga para soportar tanto castigo al lado de mi querida madre.
Sólo un tonto tendría lomo de asno para soportar tanto castigo.
Pero esta situación tiene que terminar. Todo en esta vida tiene su fin.
Todo acaba. Todo fenece. Nada es eterno. Nada es para siempre.
¿Qué puedo hacer para que se acabe la existencia de este ser?
¿Qué puedo hacer para que esta víbora deje de propagar su veneno?
¡Ya sé lo que haré!
Podría decir que me duele, pero estaré salvando al mundo de un terrible mal.
Seres como éste no deben vivir bajo el mismo cielo.
La vida de los seres humanos se vuelve más hermosa cuando desaparecen aquellos que hacen infeliz nuestra existencia sobre la faz de la tierra.
Pues no queda de otra. Mañana en la noche la mataré.
No, yo no la mataré. Ya tengo la forma perfecta de matar a mi pobre madre.
No mancharé mis manos de sangre. No seré otro sucio matricida.
¡Milagro de la existencia! Tengo la forma perfecta de segarle la vida.
Le amargaré la vida todos los días hasta que se canse de mí.
Así, ella misma se matará.
Cuando el ser humano se propone hostigar a otros, consigue grandes hazañas.
¡Qué inteligente soy! Seré el criminal perfecto.
La humanidad me lo agradecerá eternamente.
Acabaré con un ser que sólo ha existido para amargarme la vida.
No tengo la culpa de su muerte.
Ella lo ha pedido a gritos. Yo cumpliré con sus deseos.
Seré feliz por siempre. Libraré al mundo de una plaga más.


ACTO III
ESCENA I
Ernesto da comienzo a sus propósitos. Una serie de inconvenientes incomodan mucho a Estrella. Ambos discuten entre dimes y diretes.

ERNESTO: Un nuevo día. Hoy empiezo con mi empresa.
ESTRELLA: ¡Levántate, ocioso! El desayuno está servido.
ERNESTO: Ya voy, esposa de Lucifer. No grites más que no estoy sordo.
ESTRELLA: Deja de llamarme así. ¿Cuándo vas a respetarme?
ERNESTO: Cuando te vayas de la casa o de este mundo.
ESTRELLA: ¡Cállate, insolente! Come rápido y déjame en paz.
ERNESTO: Pronto descansarás en paz. ¿Qué hiciste de comer?
ESTRELLA: Huevos revueltos, pan tostado, leche chocolatada y jugo de naranja.
ERNESTO: ¡Qué! Ya cambia de menú. Eres una ociosa sin medida.
ESTRELLA: ¿Qué te has creído? Traga rápido. Yo no soy tu sirvienta.
ERNESTO: Bueno, bueno. Déjame comer en paz. Me puede dar indigestión.
ESTRELLA: Eres un bruto. Eres un malcriado. Eres un altanero.
ERNESTO: Eres una bruta. Eres una malcriada. Eres una altanera.
ESTRELLA: Ahora qué te dio. No repitas lo que digo, majadero.
ERNESTO: Ya cállate, urraca. No martirices a la humanidad.
ESTRELLA: Te detesto, pedazo de malcriado. ¡Lárgate de mi casa!
ERNESTO: No te preocupes, quien se largará será otra.
ESTRELLA: Sólo muerta, me largaré de mi casa.
ERNESTO: ¡Qué bien! Pronto te largarás y serás feliz.
ESTRELLA: Nunca serás feliz. Seré una sombra en tu vida.

ERNESTO: Una sombra más, una sombra menos, qué importa.

ESCENA II
Ernesto busca las maneras para provocarle disgustos a Estrella. Los diálogos se desarrollan en el dormitorio de Ernesto.

ESTRELLA: Ya no sé qué hacer con este engendro. Ojalá se fuera de la casa.
ERNESTO: ¡Estrella, Estrella! ¿Dónde está mi ropa? Ven rápido a mi dormitorio.
ESTRELLA: Búscala, holgazán. Yo no soy tu esclava. Búscala tú.
ERNESTO: ¿Para qué estás en esta casa? Cumple con tus funciones de mujer.
ESTRELLA: Soy mujer. Soy tu madre. No soy tu sirvienta.
ERNESTO: Entonces qué eres. Mira, búscame la ropa y deja de aullar.
ESTRELLA: ¡No te soporto, hijo de Lucifer! Busca tu ropa en la cesta.
ERNESTO: Aquí está mi ropa, pero está más ajada que tus cabellos.
ESTRELLA: ¡Cállate, desadaptado! Eres el error más grande de mi vida.
ERNESTO: Y tú qué eres. Eres una piedra en mi camino. No me dejas respirar.
ESTRELLA: Pues hasta el día de mi muerte no te dejaré en paz.
ERNESTO: ¡Qué palabras más sabias te he escuchado! Pronto estarás en paz.
ESTRELLA: Y sigues con lo mismo. Si me quieres matar, hazlo de una vez.
ERNESTO: No mancharé mis manos con la sangre de mi querida madre.
ESTRELLA: Eres tan irónico. Algún día pagarás todas tus ofensas.
ERNESTO: Tú ya las estás pagando.
ESTRELLA: Que Dios te perdone. Yo nunca te perdonaré.
ERNESTO: ¿Dios existe? Dios es un mito. No invoques a quien no existe.
ESTRELLA: Yo sé que existe. Y le pido perdón de todos mis pecados.
ERNESTO: Eres una mediocre al creer en un ser que no ves.
ESTRELLA: ¡No blasfemes más, renegado de la fe! No te condenes más.
ERNESTO: Todos estamos condenados a pagar nuestras culpas en esta tierra.

ACTO IV
ESCENA I
Ernesto sigue hostigando a su madre. Ahora los diálogos se desarrollan en la hora del almuerzo. Estrella está al borde de la locura.

ERNESTO: ¿A qué hora sirves tu bendito almuerzo?
ESTRELLA: Otra vez tú. Espera, bueno para nada. Ya te sirvo tu comida.
ERNESTO: Eso espero, dueña de nada. No tengo tu tiempo para esperarte mucho.
ESTRELLA: Cada minuto junto a ti se me hace una eternidad.
ERNESTO: Ya cállate, anciana decrépita. Sírveme el almuerzo que tengo hambre.
ESTRELLA: Todas tus palabras te las tragarás algún día.
ERNESTO: Lo mismo de siempre. ¿Qué hiciste de comer, queridísima madre?
ESTRELLA: Deja de ser hipócrita. Cociné sopa de fideo, arroz y carne apanada.
ERNESTO: Bueno, sirve tu comida que me muero de hambre.
ESTRELLA: Pues, muérete de una vez. Me dejarías en paz para siempre.
ERNESTO: Yo ya quiero verte muerta. Así seré el hombre más feliz.
ESTRELLA: ¡Desgraciado! Ni con la muerte, te perdonaré.
ERNESTO: Ya muérete y deja de fastidiar mi existencia.
ESTRELLA: ¿Qué mal te he hecho para que me odies tanto?
ERNESTO: Tu existencia es el peor de los males.
ESTRELLA: Un día de éstos, no me verás. Ojalá seas feliz.
ERNESTO: Ambos seremos felices: yo en esta vida y tú en la otra, si es que hay.
ESTRELLA: Los remordimientos de consciencia nunca te dejarán en paz.
ERNESTO: La consciencia no existe. Esa pequeña voz es una fábula.
ESTRELLA: Eres un ateo. Ni en ti mismo has de creer. Eres un infeliz.
ERNESTO: Mi infelicidad pronto se acabará, cuando ya no estés tú.

ESCENA II
Estrella, cansada de los insultos de su hijo, decide quitarse la vida dejándose picar por unos escorpiones que tenía de colección. Ernesto llora desconsoladamente.

ESTRELLA: No puedo más con este hijo. Sus palabras me hieren mucho el alma.
¿Qué hice Dios para merecer tanto el desprecio de mi unigénito?
Acaso es este el castigo que me da la vida por haberme escapado de la casa.
No lo creo. Cuando salí de mi casa, yo ya era mayor de edad.
Si escapé de mi casa es porque no soportaba más el desprecio de mi madre.
Mi madre me despreció tan sólo porque le recordaba el rostro de mi padre.
Mi padre le fue infiel a mi madre. Pero yo no tuve la culpa de sus actos.
No soporto más los insultos de mi hijo.
Yo me desviví por él. No quise que pasara hambre. Luché como fiera por él.
A pesar de haber sido madre soltera, nunca le di malos ejemplos.
Aunque el padre de Ernesto me abandonó, nunca odié a mi hijo.
El infeliz de mi marido se burló de mí. Pero yo asumí mi responsabilidad.
Crié a mi hijo como una verdadera madre. Pero la realidad es otra.
¿En qué fallé? ¿Es pecado sobreproteger exageradamente a un hijo?
¿Me excedí mucho en los insultos? No podía permitir que me tratara así.
Pero, no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.
Es mejor que desaparezca de este mundo. Mi hijo tiene que ser feliz.
Hoy mismo se acaba mi vida. Sólo estuve de paso. Tengo que salir de este mundo.
Quiero ver la verdadera luz. Quiero ver a Dios en quien tanto confié.
¿Cómo desaparecer de este mundo? ¿Cómo evitar derramamiento de sangre?
Ya sé. Tengo la solución frente a mí. Ustedes serán mis verdugos.
Ustedes serán mis jueces. Ustedes me segarán la vida. Así mi veneno acabará.
Vengan a mí, heraldos de la muerte. Denme su veneno. Denme la muerte.
Vengan a mí, hijos de la noche. Descarguen su veneno en mi ser. Denme la muerte.
Vengan a mí, asesinos del silencio. Denme su dulce veneno. Denme la muerte.
Vengan a mí, queridos escorpiones. Cumplan su misión. Denme la muerte.

Ernesto no encuentra a su madre. La busca por toda la casa. Sube al dormitorio de Estrella y la encuentra exánime. Su cuerpo está rígido como el mármol. Ernesto consiguió su propósito. Llora como un niño.

ERNESTO: He aquí que he cumplido con mi empresa.
No me he manchado de sangre. La muerte se ha llevado a mi madre.
El mundo puede respirar paz en estos momentos.
Seres como mi madre no pueden vivir bajo el mismo cielo que nosotros.
Ahora soy feliz. Ahora soy libre. El mundo es mío. No tengo más tiranos.
El reinado de la emperatriz llegó a su fin.
No más insultos. No más días de infelicidad.
Con la muerte de este ser, la infelicidad se ha ido. Hoy soy feliz.
Soy el criminal perfecto. No te maté, madre. Tú misma buscaste la muerte.
Soy inocente de  todo cargo. Me lavo las manos como Poncio Pilatos.
Todo tiene su fin. Todo acaba en esta vida. Todos tenemos un destino.
Mi destino es ser feliz conmigo mismo. Adiós, madre mía. Adiós.

AUTOR: Lic. Jorge Luis Pilliga Delgado.

Lucía