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martes, 16 de abril de 2013

MAESTRO, CÓMO PODRÉ DEFINIRTE...



Ecuador, en honor del ilustre escritor ambateño Juan Montalvo, celebra anualmente, cada 13 de abril, el día del maestro ecuatoriano. Es una fecha memorable que nos hace recordar a célebres profesores que, con el devenir del tiempo, se han ganado el título de maestros, tanto de la ciencia como de la vida. Todos, sin excepción, se merecen nuestro respeto y aprecio: desde la maestra parvularia hasta el erudito universitario: todos han aportado a nuestro desarrollo humanoy académico.

Son muchos los sentimientos que florecen en mi alma al recordar mis años de infancia cuando era el dolor de cabeza de mi maestra de jardín. ¡Cuántos corajes le hice pasar! ¡Cuántas travesuras hice en el aula de clases! Desde regar goma sobre todos los peluches hasta ponerle sobrenombres y el pie a ella para que se cayera. Sin embargo, todas estas experiencias fueron formando mi carácter hasta tal punto que hoy comparto la docencia con todos los que soportaron mis inquietudes hasta mis más absurdas preguntas, inclusive en mi formación universitaria.

Hoy, al maestro ecuatoriano y en general, quiero aportar mis pensamientos para definirlo como tal, sabiendo que faltarán libros para determinar quién es en realidad el maestro y la maestra. El maestro, sí, el maestro, en todas sus facetas, es el eterno estudiante, el que no está saciado de lo que ya aprendió, sino que todos los días busca el conocimiento para dar todo de sí a sus discípulos. Es un peregrino de los caminos, porque recorre toda una vida con aquellos que un día serán profesionales, porque no se cansa de acompañar en la senda del conocimiento a hombres y mujeres. Es un arquitecto, porque en sus manos está ayudar a planificar y a construir la vida de los seres humanos. Es un ingeniero, porque todos los días tienen que inventar y crear nuevas formas de enseñar, haciendo de este proceso una aventura y no un suplicio. Es un médico, porque por medio de sus conocimientos y accionar debe sanar las heridas y enfermedades de la mediocridad, porque tiene que administrar la medicina necesaria para evitar que el mundo se contamine de aquello que le esclaviza a ser lo más vil que pueda existir. Es un profeta, porque a tiempo y a destiempo, tiene que anunciar y denunciar los males de este conglomerado social, motivar a sus estudiantes a levantarse contra la tiranía y opresión que cualquier persona puede provocar en contra los demás. Es un guerrero, porque todos los días libra y enfrenta guerras y batallas contra todo aquello que pretende menoscabar la integridad de los seres racionales. Es un psicólogo, porque conoce a todos sus estudiantes y sabe cuándo tienen problemas y su alma está acongojada. Es un padre, porque muchas veces tiene que ocupar este puesto y ser padre para muchos huérfanos en vida. Es un amigo, porque de esta forma sus ideas y conocimientos serán recibidos en un clima de sana confianza. Es aquel que hace lo que otros no quieren hacer. Es aquel que no se conforma con lo que hace, sino que busca siempre innovar su profesión. Es aquel que busca mejorar la calidad de vida de la humanidad. Muchas veces, es el incomprendido, el perseguido, el negado, porque lo llegan a considerar un dios, incapaz de errar en la vida. Ante toda esta realidad es un ser humano que vive como todos, que siente, sufre, llora y se alegra en los vaivenes de esta existencia. Perdóname, Maestro y Maestra, si me olvido de decir algo más de ti.

Embargado de los más nobles sentimientos, elevo mis palabras al eterno firmamento para eternizar en el tiempo y el espacio la figura del maestro. Compañeros que conmigo comparten el noble trabajo de profesores, no se consideren maestros, si no preparan sus clases. No ostenten ser maestros si no les gusta estudiar. No se estimen como maestros cuando hasta un mosquito les hace perder la paciencia. No se precien de ser maestros cuando no se someten a su profesión, como la esposa que está locamente enamorada de su esposo. No se tengan por maestros cuando no hacen el más mínimo esfuerzo por mejorar sus defectos y vicios. Tengan en cuenta que han sido llamados por Dios a través de la Educación a ser apóstoles del conocimiento y es Dios mismo quien les pedirá rendición de cuentas al atardecer de nuestras vidas, no cuánto estudiaron o cuántos títulos consiguieron, sino con cuánto amor trabajaron por la niñez y la juventud.  Somos los heraldos del saber. Hemos sido consagrados por la Educación para dedicarnos de lleno a nuestros estudiantes. Al final del camino, cosecharemos todo lo sembrado en nuestra sociedad.

Lucía