¿Es necesario que los
estudiantes del actual sistema educativo ecuatoriano pierdan el año escolar?
Principalmente,
todos saben que las y los estudiantes del actual sistema educativo ecuatoriano
gozan de muchas oportunidades para ganar la promoción de los años escolares,
por tanto, no hay justificativo para que se afirme que las y los profesores les
hicieron perder el año. Si un estudiante tiene serios problemas académicos y no
participa de los procesos de recuperación académica, la pérdida de año es
justa, porque es responsabilidad de él y de los padres hacer uso de dicha
actividad. No son los profesores los llamados u obligados a arrastrar al
estudiantado a dicho proceso. El estudiante es llamado al proceso de
recuperación y él debe participar por su bien. Es necesario que los estudiantes
pierdan el año lectivo si son conscientes de que no pusieron de su parte por
aprender, pues no sería recomendable que pasaran al año siguiente con vacíos
académicos, dado que estos generarían más problemas para los profesores. El
estudiante debe asimilar en su mente que su único trabajo es estudiar, producir
conocimiento, formarse en el tiempo para luego generar desarrollo en la
sociedad. Ningún profesor tiene entre sus deseos la pérdida de año para sus
estudiantes. El verdadero maestro lucha por conseguir que sus discípulos se
apropien de sus conocimientos. Mucho mal le haría un seudo maestro si, por
obviarse problemas, le regalase los puntos al estudiante para que este apruebe
el año sabiendo que este no lleva conocimientos ni se encuentra capacitado. No
y mil veces no. Si ese maestro es consciente de que su “ayuda” le iría bien al
estudiante, pues que se saque la venda de los ojos. Todo aquello que
facilitemos para obviarnos problemas, se regresará en forma de problemas hacia
nosotros. La pérdida de año es necesaria para las y los estudiantes (aunque se
tengan las oportunidades existentes) si estos llegaron al colegio o a la escuela
a calentar puestos y a desperdiciar la inversión de los padres y del Estado. Al
estudiante, en la medida que va ascendiendo los peldaños del proceso de
formación académica, se le debe, en cierto sentido, complicarle el ascenso, de
modo que todos sus conocimientos los adquiera con sacrificio y entrega. Si se
facilita el ascenso, la consecución del conocimiento, el estudiante verá que
todo lo fácil llega pronto y sin mayores esfuerzos. Al contrario, si se ponen
los medios para que el aprendizaje sea divertido, pero a la vez complicado,
estaremos formando verdaderos profesionales con bases sólidas forjadas en el
sacrificio y el cansancio. Esta visión puede ser muy tradicionalista, en
desuso, obsoleta, extemporánea, pero la práctica y la experiencia me han dado
la razón. Lo que les cuesta conseguir a los estudiante siempre lo agradecerán,
aunque no debemos esperarlo. En consecuencia, creo firmemente necesario que el
estudiante pierda el año escolar si este no puso de su parte ni se comprometió
consigo mismo por aprender. No se puede engañar a la sociedad. No se puede esconder
el sol con una mano. Debemos formar estudiantes capaces y competentes de vencer
y producir. Y que quede claro que el profesor o profesora no es quien determina
la promoción de los años escolares, son los estudiantes los únicos responsables
de aprobar y aprender. Que pase de año el que sabe, el que puso de su parte, el
que aprendió, el que buscó al profesor para que lo refuerce, el que no se negó
a invertir su tiempo en aprender.