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domingo, 9 de febrero de 2014

LOBOS VESTIDOS DE CORDERO



Lobos vestidos de corderos

(Orestes, profesor de Filosofía, llega a su casa cansado y reflexiona sobre las actitudes de sus estudiantes.)

Orestes:

(Abre la puerta, coloca su maletín en uno de sus muebles y se sienta a la mesa frente a un libro.)

Buenas tardes, casa mía. Gracias, Gran Arquitecto por permitirme llegar a mi refugio.
He tenido un día complicado. Cada vez más me asombran y me aterran mis estudiantes.
¿Cómo es posible que se valgan de la inocencia de los que sí se pueden llamar amigos?
¿Cómo se pueden valer de la buena voluntad de las personas para conseguir sus quereres?
Sí, hoy tuve un día complicado. ¡Vaya día! No me lamento de mi suerte, sino de la doblez personal.
Sí, doblez personal, personas enmascaradas que te alaban, como si necesitaras alabanzas.
Sí, doblez personal, seres humanos que te aprecian por delante y por la espalda, te queman.
¿Cómo se puede saber cuándo una persona te dice la verdad o cuándo no? ¡Qué dilema!
Iré al grano. Ya anduve con muchos rodeos y quiero que sepan qué me pasó hoy:
Uno de mis estudiantes usó a otro para preguntarme algo sobre una tarea y yo le respondí.
Claro, por medio de esto, el primero de ellos asumió que yo lo odio y que lo trato mal.
Independientemente de lo que él haya asumido, lo que no concibo es su doblez personal.
Sí, actuó hipócritamente al usar a su amigo para comprobar una falsedad.
Bajo ningún concepto, lo he tratado mal. Otra cosa es que no atienda mis clases.
¿Cuántas veces se debe repetir la explicación de una clase para alguien que no presta atención?
La filosofía nos enseña que el hombre es un ser racional, capaz, competente, inteligente.
Un profesor puede saber todas las ciencias, pero si no se le atiende, ¿qué se puede esperar?
La hipocresía es una serpiente que se arrastra en las acciones del hombre y de la mujer.
Tarde o temprano, esa serpiente nos muerde, nos envenena, nos seduce, nos aliena.
Yo puedo ser intenso al momento de explicar mis clases y de llamar la atención.
Nunca por nunca, tratar mal a un estudiante es mi hábito.
Si ese muchacho usó a su amigo para descubrir “una verdad”, se entiende que no confía en mí.
La filosofía me ha enseñado a ser comprensivo con todos, a sentir el dolor de los otros.
No puedo llenarme la boca de ser un filósofo griego, tampoco un hostigador de estudiantes.
La filosofía nos enseña a buscar la verdad todos los días, hasta en las piedras y en las flores.
Nuestro ser es producto de la verdad. No podemos contradecir la verdad en esa verdad.
Pobre de mi estudiante que perdió su confianza en mí.

(Orestes se levanta de la mesa y camina alrededor de la mesa, pero fijándose en sus oyentes.)

Y ustedes que me escuchan, por más insignificante que sea una persona, escuchémosla.
Si pierdo la confianza en una persona, sabiendo que yo he causado aquello, no debo quejarme.
Aprendamos a escuchar para no concebir ideas falsas respecto de los demás.
Dejemos que la verdad nos seduzca para ser sus vivos reflejos.
No actuemos como el lobo que se viste de cordero para devorar a sus presas.
Vivamos en paz. Construyamos la paz. Fuera de nosotros la hipocresía. Seamos con la verdad.

FIN

(Este monólogo está basado en la experiencia de un amigo profesor.)



CHOLO POR SIEMPRE

“Cholo por siempre”
 
(Alejandro está de pie, frente a la pared de su dormitorio, ensalza su procedencia.)
 
Alejandro:
 
Hola pared. Hoy no tengo con quién conversar y solo estás tú. Escúchame, por favor.
Hoy pasé por el centro de la ciudad y sin querer me tropecé con una señora de la alta sociedad.
Ella, muy antipática, me dijo lo siguiente: ¡Cholo feo, mira por dónde caminas! Usa tus ojos.
Yo, solo me quedé viéndola y escuchando su insensato discurso que no midió palabras.
¿Qué puedo decir de esta mujer? ¿Pensó que me afectarían sus palabras? ¿Qué se creyó?
 
(Alejandro empieza a caminar alrededor de su dormitorio sin dejar e hablarle a la pared.)
 
Esta mujer no es más que una réplica de tantas que se creen miembros de la corte de Luis XV.
Es una harpía vestida de paloma perfumada con fragancias de hipocresía.
Es una serpiente que se arrastra tras los pasos de un pasado que no es el suyo.
¿Pensó que sus palabras me afectarían? Pues te digo que no. Más bien, alabó mi origen.
Sí, cholo de las playas, cholo pescador de días fructíferos, cholo de sol y de bronce.
Sí, cholo como mi padre, cholo como mi abuelo, cholo como mis ancestros.
Sí, cholo que llora su suerte, cholo que se lanza a la faena en busca del pan que sale del mar.
Sí, cholo como mi padre. De tal palo, tal astilla. Aunque tenga profesión, no me apeno por mi origen.
No me afectaron sus palabras ni taladraron mi corazón. Soy fuerte como el cholo, guerrero del mar.
Solo sé que esta mujer se creyó lo que muchos creen ser: sí, hijos de la alta sociedad.
¿De dónde somos? ¿Adónde vamos? ¿Qué hacemos? Eso sí debe importarnos.
Que alguien te condene por tu origen no es causa de humillación ni dolor.
No te dejes vencer por palabras superfluas, salidas de un corazón lleno de rencores pasados.
 
(Alejandro sigue caminando, se queda en silencio, vuelve a caminar y hace caer un florero.)
 
¡Viva! Un florero que alaba mi pensamiento, que celebra mi origen, que ensalza mi linaje.
¡Pared, hermana pared! Fiel testigo de mi pensar, ¿qué más te puedo decir?
Estoy contento por ese pequeño incidente, volcán que hizo erupcionar mi repertorio.
 
(Alejandro se dirige al público, levanta sus manos al cielo y los invita a que lo escuchen.)
 
¡Hey! Ustedes. Sí, ustedes que me escuchan. Abran los oídos del alma.
Que nadie les amargue la existencia por ofender su estirpe.
Que nadie los humille por denigrar el vientre terrestre que los alumbró.
Que nadie se jacte de ser más que otros.
Siéntanse felices y orgullosos de ser de donde son.
No te avergüences de la tierra que saliste.
Pues tarde o temprano, todos regresamos al polvo y tu procedencia se va a la nada.



FIN










































Lucía