MANTACRÓPOLIS
Allá por el año 2500 D.C. nuestra querida ciudad de Manta había perdido
toda su belleza, debido a la falta de agua y a toda la contaminación que produjo la
construcción de la refinería del Pacífico. El cielo se tornó gris, el aire,
espeso y, el sol llegó a incrementar el calor, lo que produjo que todos
nuestros árboles desaparecieran. El sistema presidencial había desaparecido.
Cada provincia tenía un líder el cual gobernaba a todas las familias. El
Ecuador de los Incas se estaba desmoronando. Para aquel entonces Manta se había
convertido en un gran centro de avances científicos. Los pocos científicos
habían descubierto un planeta verde similar al nuestro el cual fue bautizado
como planeta Umiña. Era el mes de enero y este mismo grupo de científicos nos
informaron que Manta desaparecería el 15 de diciembre del año 2500. Así que los
poquísimos pobladores junto con los científicos decidimos construir una
poderosa nave para salvar nuestras vidas. Los habitantes de Manta estábamos
siendo liderados por el capitán Yoryo, el cual, con todas sus capacidades
físicas e intelectuales, se puso al servicio de nuestro pueblo.
Para llegar al planeta Umiña construimos una magnífica nave espacial. Trabajamos días y noches sin descanso,
hasta que pudimos construir un inmenso barco el cual viajaría por el espacio
mediante cien mil cohetes dispuestos en la base de este nuevo invento. El
combustible de la nave era una mezcla de cobre, estaño, hierro y aluminio
fundidos. La nave tenía una longitud de diez mil metros de largo por quinientos
metros de ancho. La nave fue construida de diamantes y esmeraldas extraídos
desde las profundidades de la Isla de la Plata. Reunimos toneladas de diamantes
y ciento de miles de esmeraldas que fueron fundidos para poder construir el
armazón, las bases y todo el cuerpo de la nave. En ella colocamos las
computadoras más avanzadas con la tecnología de punta que nuestros científicos
habían desarrollado.
Llegó el día fatídico, 15 de
diciembre y, con lágrimas en nuestros ojos, encendimos nuestra nave y
emprendimos el viaje sin retorno mientras veíamos a Manta y al mundo entero explotar en mil pedazos. Viajamos
millones y millones de años luz. Contemplamos a nuestro paso cada uno de los
planetas que habíamos estudiado a través de láminas educativas. ¡Cuán hermoso
fue contemplar las estrellas! Nuestra nave superó la velocidad de la luz y tardamos
en llegar a nuestro nuevo hogar en menos de 200 años. Para no envejecer,
tuvimos que encerrarnos en cápsulas de suspensión temporal, es decir, al
quedarnos encerrados en las cápsulas, el tiempo no afectaría nuestros cuerpos y
mantendríamos la misma edad con la que salimos de la Tierra. Las cápsulas
estaban programadas para despertarnos después de los 200 años (según nuestros
cálculos) que tardaríamos en llegar a nuestro nuevo hogar, situado en la
galaxia de Andrómeda. Al fin, llegamos a nuestro nuevo domicilio. El planeta
Umiña tenía forma de cubo donde encontramos árboles de todos los colores,
animales que tenían alas, inmensas extensiones de aguas cristalinas. El aire
que rodeaba al planeta Umiña era muy suave y delicioso. El sol no quemaba
nuestra piel. La luna salía todas las noches y de sus rayos pudimos conseguir
energía suficiente para iluminar nuestras casas.
A ejemplo de los conquistadores españoles decidimos fundar la primera
ciudad cuyo nombre fue Mantacrópolis en recuerdo de nuestra ciudad de Manta y
porque ahora estábamos en lo más alto del firmamento, más allá de las
estrellas. Empezamos una nueva vida en este planeta. Construimos nuestras casas
con la madera metálica que salía de los árboles de aquellos parajes. Levantamos
gigantescos tanques reservorios de agua los cuales abastecían a nuestros
hogares. Hicimos surcos en la tierra para dividir las calles hechas de caucho
galáctico. No pudimos salir de Manta sin olvidarnos de llevar nuestras semillas
y animales para que se perpetuaran. Así que no pasamos hambre por los nuevos
alimentos que encontramos en Umiña. Nuestras especies también se desarrollaron
allí. Lo más sorprendente de este planeta fue haber encontrado especies
fantásticas, nunca antes vistas, tales como: asnos voladores, cóndores de
plumaje dorado como el sol, gallinas de vuelo veloz, monos corredores, leones con cuerpo de lobos,
entre otras especies.
Somos diez familias las que llegamos, sanos y salvos, a Umiña. De cada una de ellas,
somos diez jóvenes que estamos explorando este nuevo mundo cuyo cielo es más
verde que las esmeraldas. Ellos son: Elián, Eliana, Alejandro, Alejandra,
Damián, Damiana, Yulián, Yuliana, Eduarda y yo, Eduardo, quien les ha contado a
ustedes, esta travesía que aún no acaba, porque no sabemos qué secretos guarda
el planeta Umiña y seguimos siendo liderados por el capitán Yoryo. Sólo sé que asombrosas y galácticas aventuras nos esperan. Así que no
se desconecten del sistema, porque seré quien les siga narrando nuestras
hazañas por nuestra consolidación como la nueva raza de seres humanos presentes
en el espacio infinito.
AUTOR: Lic. Jorge Luis Pilligua Delgado.
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